¡Tengo que ir al dentista!

El 80% de los pacientes acuden al dentista, solo, cuando algo duele. Algunos postergan la visita al extremo de acudir cuando no hay más remedio. Este es un relato corto que intenta ejemplificar uno de los tantos casos posibles. La postura vista desde el lado de Marta, la paciente, y también del Dr. Carlos Activia Prevenza, un dentista desconocido para ella.

La primera visita al dentista
Un relato inspirado en miles de casos reales

Un buen plan para el fin de semana

La noche del viernes estaba comenzando. A las 21,00 hs. Marta salía de su casa con Andrés. Habían quedado para cenar y celebrar los 6 meses desde que se habían conocido en el trabajo.

Después de cenar, tenían planeado pasar la noche en una bonita habitación de un hotel balneario, que habían reservado por internet. Y por la mañana, desayunar a cuerpo de rey en el bufete, para después disfrutar de la piscina de aguas termales, los chorros de hidromasaje y el sauna con que contaban las magníficas instalaciones del hotel, al lado del mar. Por la tarde un masaje oriental para ella y otro de barro para él.

Marta trabajaba de Técnica de laboratorio en un hospital y Andrés era médico y estaba haciendo la residencia (MIR) en Ginecología. Ambos habían tenido unas semanas muy ajetreadas y estresantes, por lo que estaban deseando poder relajarse y estar juntos todo aquel fin de semana.

Era invierno, el frío congelaba cada inspiración y el viento helado aumentaba la sensación térmica. Marta estaba algo acatarrada y no podía respirar bien por la nariz. Al respirar ese aire frío por la boca, notó una puntada fuerte dentro de la boca que casi le llegó al ojo. Ya había sentido antes esa molestia hacía  semanas  o   meses. Notaba que algo le molestaba cuando masticaba. O cuando se enjuagaba la boca con el agua fría de grifo del baño del hospital. El baño del hospital tenía agua, pero solo fría y el invierno bajaba mucho la temperatura del agua corriente. También sufría de Sinusitis y hacía ya más de dos años que el dentista le había recomendado la extracción de la muela de juicio superior.

Eso de sacar muelas aterraba a Marta y no volvió a ese dentista.

Su catarro, su sinusitis, el agua fría del grifo, el calor sofocante del ambiente hospitalario (malgastando energía), su muela del juicio, su estrés laboral y ahora esa puntada en la boca.

Mientras Andrés cenaba muy animado y disfrutaba del menú, Marta masticaba con cuidado y no podía paladear ni saborear los manjares libremente. Habían pedido solomillo de ternera asada a la brasa y una ensalada con tomates. Le dolía al masticar. El pan de horno de leña, no lo había tocado. En el restaurante había buena calefacción y habían pedido vino  frío. No soportaba el vino frío en la boca. La cosa iba a peor. Hasta la ensalada le dio problemas.

De postre pidió tarta de chocolate con almendras y dulce de leche. Tampoco pudo disfrutarlo libremente. El dulce le hacía doler.

Siempre llevaba chicles de menta en el bolso para el aliento. Pero ésta vez dejó de degustarlos. Masticar chicles era insufrible.

Un fin de semana malogrado

Llegaron al hotel. Por el camino, Marta le contó a Andrés lo que estaba sintiendo; que durante la cena tuvo molestias en la boca y que no estaba mejorando, como había ocurrido en otras ocasiones. Ahora notaba que la muela de arriba a la izquierda le estaba dando como latidos punzantes. Andrés trató de tranquilizarla diciéndole, que tal vez estando acatarrada, con mocos, y con el frío que respiró al salir del restaurante, que estaba tan calefaccionado, su sinusitis se estaría agudizando y ello le ocasionase esas molestias en la zona superior de la boca.

-«Tómate un ibuprofeno con una tila bien caliente con miel, vayamos a la cama y mañana iremos a urgencias-» le dijo. Andrés había notado su mal aliento, pero no le dijo nada.

Marta le hizo caso. Se fue a dormir, sin siquiera lavarse los dientes. Tenía miedo cepillarse y que el dolor fuera a más y no pudiera dormir.

Se metió en la cama esperando que Andrés salga del baño y poder apagar la luz. Pero Andrés empleaba todas las noches de 7 a 10 minutos, sólo para cepillarse los dientes y pasarse aquella cinta dental. Marta no entendía como podía ser tan obsesivo con su boca. Por la mañana después del desayuno, Andrés volvía a cepillarse concienzudamente la dentadura. Empleaba cepillos suaves y dentífricos para dientes sensibles.

Marta nunca había hecho todo eso por sus dientes. Y ahora que le dolía toda la boca , mucho menos.

Recordaba que en otras ocasiones, al tener una leve sensación o molestia en alguna de sus muelas, tomaba un analgésico o dos y se le pasaba. Pero ahora era distinto, percibía aquella molestia como más aguda, más punzante. Eran la 1,30hs. de la madrugada. Apagaron la luz, Andrés la abrazó, luego se acercó más a ella y finalmente se mimetizó contra el cuerpo de Marta escaneando sus curvas y sintiendo su nuevo perfume en la suave piel. Marta sintió de cerca el aliento fresco de Andrés. Lo deseaba, pero lo rechazó. Se sentía mal, no estaba para juegos amorosos y presentía que aquella había sido la última cena. Había llegado la hora final.

Tendría que enfrentarse otra vez con un dentista.

Andrés comprendió que sus planes de fin de semana romántico y más allá, estaban en serio peligro. Se quedaron dormidos.

A las 3.30 de la madrugada Marta se despertó con un dolor agudo, localizado, punzante, taladrante, intensísimo, penetrante y desesperado que además se le irradiaba hacia la zona del ojo y hacia todas las muelas vecinas. No podía ni juntar las muelas al morder, porque le hacía abrir la boca de inmediato. Hasta tocar la muela con la lengua, le aumentaba el dolor. Le dolía la cabeza de ése lado. No podría dormir en toda la noche con ese dolor. Estando acostada, el dolor era peor.

Se quedó un rato mirando el resplandor que entraba por las juntas de la persiana. Y en el silencio de la noche escuchó el chirrido grimoso que Andrés hacía con sus dientes. Con su dolor de muelas y el rechinar de dientes de Andrés, le era imposible volver a dormirse.

Decidió levantarse. Fue al baño y se tomó otro Ibuprofeno. Entre el dolor, la falta de sueño, el fin de semana perdido, tener que ir a trabajar el lunes, y la idea de tener que ir al dentista; la ansiedad y el estrés le estaba subiendo como la espuma.

Andrés era bruxómano, apretaba y rechinaba sus muelas, sobre todo durmiendo, tenía bruxismo. Su dentista le había fabricado una placa transparente para dormir. Pero esa noche, la iba a pasar con Marta en un hotel, y olvidó meter la placa en su bolso de viaje.

A las 6.30 de la mañana Marta no pudo más. Despertó a Andrés y se fueron a urgencias del hospital donde trabajaban. En urgencias le hicieron una exploración y una radiografía panorámica. -«Tienes una o dos muelas picadas-» le dijo el médico, -«Te pondremos un analgésico intramuscular para que puedas dormir y una pauta de antibiótico para 8 días, junto con un AINE vía oral, para cuando te vuelva a doler; tienes que llamar al dentista lo antes posible-«.

La gran decisión, ir al dentista. ¡Dios mío!

Aquel fin de semana pasó a base de pastillas. Evitar comer cosas duras, nada de alcohol y mal dormir, pero… pasó. La muela estaba ahí, molestaba, pero aquel dolor invalidante, al tercer día había disminuido. Evitaba masticar del lado izquierdo, evitaba las bebidas frías, evitaba cepillarse del lado izquierdo y cuando salía a la calle, se cubría la boca con una bufanda, porque le dolía, mucho más cuando entraba el aire frío del invierno por la boca. No podía respirar bien por la nariz, por culpa del catarro y a cada instante se veía obligada a abrir la boca para hacer una inspiración profunda.

Marta tenía 26 años. Con 8 años su madre la había llevado al dentista, al Dr. Paidós Children, quien le había empastado algunas muelas. No recordaba cuántas, ni cuales, pero sí recordaba la mala experiencia de que le pinchen dentro de la boca con una aguja y luego sentir el prolongado efecto de la anestesia. La primera vez, se había mordido el labio, que estaba insensible por el efecto anestésico. Aquello fue una mala experiencia.

Durante su adolescencia, su madre no consiguió llevarla nunca más al dentista y sólo acudía, cuando el dolor se hacía insoportable. Así perdió dos muelas de abajo, una de cada lado. Cuando cumplió los 20 ya le habían salido las dos muelas del juicio, de abajo, que no tuvieron problemas en encontrar espacio para acomodarse, debido a las dos muelas ausentes, que se había quitado anteriormente. Pero las de juicio de arriba, le estaban dando problemas desde hacía ya unos 5 años.

Entre los 19 y los 23 años, se había hecho varias limpiezas para eliminar sarro y manchas. Tenía una dentadura bastante bonita y alineada y quería lucir bien delante de sus amigas y sobre todo, delante de Iván, su novio de entonces.

Ahora, su mayor preocupación, era ese dolor insoportable, que la estaba volviendo loca.

Se quitaría esa muela de juicio, que le estaba trastornando la vida y se haría otra limpieza para quitarse esas manchas de tabaco. Luego se empastaría la otra muela cariada, ¡y listo!, otra vez como antes. No eran tantas cosas, en dos visitas, todo estaría resuelto. Además, si dejara el tabaco, que tantas manchas le ocasionaba a su sonrisa, hasta podría hacerse un blanqueamiento dental, para lucir aún más. Más blancura y más resplandor.

Tenía que ir al dentista. Pero ¿a dónde?

Tenía vergüenza de volver a su dentista de toda la vida, el Dr. Paidós Children, porque siempre que iba, era por un dolor, una urgencia. Se sacaba la muela o solucionaba el dolor momentáneamente y luego no volvía nunca más. O pedía una cita y luego no acudía, ni llamaba para cancelarla.

Su dentista de siempre, le había aconsejado que volviera, que tenía que verse toda la boca y llevar un control, pero ella tenía entre 15 y 18 años y no le hizo caso.

Su madre discutía con ella para que fuera, pero peor aún, todo era en vano.

Un día, su amiga Inés, que era muy influyente y dominante, la convenció para que fuera a su dentista, el Dr. Piedras Mola, quien finalmente le hizo las limpiezas de sarro y manchas que Marta quería, pero nada más. Solo quería limpiarse las manchas, no quería que le hicieran una revisión a fondo. El Dr. Piedras Mola le hizo las dos limpiezas de toda su vida y nunca le exigió que volviera, con lo cual Marta estaba cómoda con éste segundo dentista. No quería que le vieran toda la boca, ¡no vaya a ser que le encuentre más cosas para hacer!.

Pero ahora, que se sentía una mujer segura, independiente, con trabajo, con dinero, con juventud, con autoestima, quería elegir ella misma, al mejor dentista que pudiera encontrar y pagar, aunque tuviera que recorrer unos kilómetros extras para verlo.

Las Clínicas por Franquicias tipo «SUSPIRADENT», «SOFOCODENT» y «ÓVITODENT», estaban cerca de su casa y otra enfrente del hospital, donde trabajaba, pero no le inspiraban confianza.

Unas compañeras de trabajo le hablaron de «CLÍNICAS KETEDENT», donde muchos tratamientos eran ¡gratis! y te daban todas las facilidades para endeudarse con confianza y a largo plazo. Ellos te asesoraban para conseguirlo. Muchos médicos del hospital iban a «KETEDENT», ¡y eso que tenían dinero para elegir lo mejor!, ganaban mucho más que una Técnico de laboratorio.

Pero Marta se acordaba de su madre, que aunque no tenía carrera, título o estudios, siempre le decía:

«-En la vida, todo tiene un precio y nadie regala nada-«

«-Elije el mejor camino, aunque se te haga el más largo-«

«-El sentido común es el menos común de los sentidos-«

«-No todo lo que reluce es oro-«.

La madre de Marta no tenía conocimientos especializados. Tenía sabiduría. De la que da la vida bien aprovechada.

Marta quería tratar con alguien cercano y cuya palabra sea la de su persona, no la de una empresa.

Alguien que le diga lo que ella necesita, no lo que necesita la empresa.

Alguien que quiera satisfacer ante todo sus deseos y necesidades reales, no la conveniencia de una empresa.

Y sobre todo alguien que al pasar el tiempo, esté ahí, cuando lo necesite y no una corporación que cambie de dentistas todos los años, como los empleados del supermercado.

Quería una relación con su dentista, con la persona, no con una imagen publicitaria.

Ahora era una mujer adulta, tenía un trabajo relacionado con la salud, su pareja era médico, había madurado y quería arreglarse la boca a fondo, cambiar de actitud y para ello tenía que empezar con buen pie.

Tenía que elegir un Dentista de confianza.

Habían pasado dos semanas y Marta no se había decidido a llamar a ningún dentista. El dolor había desaparecido casi por completo.

El Dr. Carlos Activia Prevenza, un místico

Era miércoles, el día preferido de Carlos. Ya había pasado el lunes, que le resultaba difícil de iniciar y se acercaba el viernes. Otra vez el fin de semana, para volver a arrancar el lunes. La rutina. Otra vez ayer.

Durante el verano, el Dr. Activia Prevenza disfrutaba de unas vacaciones, del buen tiempo, la playa, el  aire libre y de pasear con su mujer y sus hijos, lo más importante de su vida. Pero durante los días del lluvioso o frío invierno, su pasión era leer. De todo. Todas las cosas legibles las leía. Pero no podía pasar mucho tiempo sin acabar leyendo, sobre todo, Odontología.

Siempre estaba leyendo algo sobre la boca y su entorno, fisiológico, psicológico y social, incluso económico, comercial y de marketing.

Durante su último curso de la carrera, su profesor de Odontología Preventiva, le había llamado «místico», porque creía que la prevención en salud bucal, debía hacerse desde los consultorios y clínicas dentales particulares y no esperar a que lo haga el gobierno.

«-El Ministerio de salud nunca se preocupará por la salud bucal de la población-» le decía Carlos a su profesor. «-Tenemos que hacerlo nosotros-«. Su profesor no compartía esa idea y por eso le dijo:

«-Es usted un místico-»

Por la mañana de ése miércoles , la madre de Lorena -una niña de 8 años- canceló la cita de las 19.00hs. porque la niña tenía fiebre y no fue al colegio. Carlos agradeció la llamada de cancelación con tiempo, porque así podría planificar y disponer de esa hora libre de otra manera. Terminaría su trabajo, ultimaría detalles, enviaría unos correos electrónicos, dejaría todo en orden -como a él le gustaba, el orden- y llamaría a su mujer, para  tomar un café juntos, antes de ir para casa, que hacía frío. «-Hoy a las 20.30hs ya estaré en casa-«. Pensó.

Eran las 17,50hs del miércoles, cuando una voz femenina llama a la Clínica del Dr. Carlos Activia Prevenza.

«-Clínica del Dr. Activia, buenas tardes-«

«-¡Hola!, mire, es que ésta mañana, estaba en el trabajo y me empezó de repente un dolor de muelas desesperante, tanto que tuve que irme para casa. Tomé ya dos calmantes y el médico me había ya dado antibióticos pero no se me pasa. ¡¿no podrían verme ahora?! aunque sea a última hora.-«

«-¿Cómo es su nombre?-«

«-Marta-«

«-Pero su nombre completo-«

«-Marta Algidia-«

«¿Ya ha estado antes aquí? ¿ Tenemos su historia clínica, o es la primera vez?-«

-«No, nunca estuve, es la primera vez. Su teléfono me lo dió mi novio Andrés, que es paciente suyo-«

-¿Andrés?.  ¿ Andrés que más?»

-«Andrés Bueno Molar-«

-«¡Ahhh sí, lo recuerdo!»

«-Pues dígame su nombre completo y déjeme un teléfono de contacto por si tengo que llamarle por algo-«

«-Marta Algidia, y mi teléfono, le dejo el móvil, es………….»

«-Marta Algidia ¿qué más?-«

«-Marta Algidia Fortes-«

«-Bien Marta, la espero dentro de una hora. A las 18,50hs. ya puede estar aquí. Sea puntual, nosotros lo seremos. ¿Sabe la dirección?-«

«-No, pero iré con Andrés, él sí la sabe, porque ya fue muchas veces-«

Los planes de Carlos de dar un paseo con su mujer y llegar a casa a las 20.30hs se fueron al traste. Menos mal que era Miércoles, el día preferido de Carlos, y estaba de buen humor.

¡Bueno! por lo menos iba a ver a Andrés, un paciente bueno como su apellido, buena persona, tranquilo y colaborador. Lo había atendido desde los 12 años y hasta ahora, seguía siendo su paciente. Ya era médico y ahora traía a su novia.

Cosa rara, porque según su experiencia, las mujeres llevan a sus hombres al dentista de ellas y no al revés. Tenía que causarle buena impresión a Marta porque sino, iba a perder a Andrés como paciente. Las mujeres siempre hacían eso. Se llevaría a Andrés a otro dentista. Aunque Andrés era médico y además Ginecólogo, no por eso, no se iba a dejar influenciar por el enamoramiento que tendría con su novia.

Suena el timbre del portal de la calle a las 18,45hs. y solo suena una vez, un «ring» de un segundo. Carlos odiaba los timbrazos largos, repetidos, insistentes, maleducados.

«-Ésta chica es puntual-» piensa Carlos, mientras pulsa el portero eléctrico para que pasen. «-¿O será, que el puntual es Andrés que la acompaña y la trae-? «-Y además sabe tocar el timbre-» Eso ya le causó una buena primera impresión a Carlos.

Carlos está solo, ya despidió a su último paciente y está tomándose una menta poleo. Le gustaba tomarse un respiro de diez minutos entre paciente y paciente. Odiaba trabajar día a día contra reloj, como si el trabajo fuera un maratón. Tenía su agenda bien estructurada y ordenada. Le ponía nervioso los imprevistos. Las cosas tenían que salir según una planificación previa. Improvisar sí, pero dentro de lo planeado. Por lo tanto su sala de espera nunca estaba ocupada con pacientes «esperando». Era una sala de paso. Carlos quería disfrutar del trabajo, para que cada cosa que hiciera le saliera lo mejor posible. Carlos era un perfeccionista, a veces obsesivo. Estaba en sus genes, no podía hacer mucho por cambiarlo.

Escucha que bajan del ascensor. Suena el timbre de la puerta. Se toma un sorbo más de la infusión y va a abrir.

Cuando abre la puerta, la que está esperando pegada a la puerta, para entrar primero, es Marta. Andrés va detrás; señal de que Marta domina la situación. Se saludan, pasan a la sala de espera hasta que el Dr. Activia los invite a pasar.

Marta se quita el abrigo,  abre el bolso, comprueba su contenido, saca un espejo, comprueba su maquillaje, se estira el pelo hacia atrás, respira profundo por la boca y se acomoda en la sala de espera. Está lista para lo que haga falta.

La visita de urgencia que debió ser tan solo, una emergencia, que no es lo mismo que urgencia

Carlos terminó su último sorbo de menta poleo, se cepilló las uñas con jabón y agua caliente, se secó, se puso los guantes y se dispuso a hacer su trabajo.

«-¡Vamos a ver qué clase de paciente es ésta chica!-» dijo, suspirando y respirando profundo. Carlos sabía que las personas con dolor, con miedo y desesperadas, pueden perder la compostura y comportarse como no son normalmente. Por lo tanto en su rol de dentista también estaba nervioso. Necesitaba relajarse, respirar profundo, sonreír y mostrarse tranquilo ante el inquieto, inquieta en éste caso, que estaba a punto de atender.

Hizo pasar a Marta y Andrés a la sala operatoria donde trabajaba con su Sillón Dental; la temida silla eléctrica, el sillón de las torturas.

«¿-También paso yo-?» preguntó Andrés.

«-¡Por supuesto!-» contestó el Dr. Activia. «-No la vas a dejar sola ante el peligro-» «¿para qué crees que te pidió que la acompañes-?»

Carlos sabía que los pacientes con dolor y que no conocían al profesional, se sentían mejor siendo acompañados. Además suelen venir muy serios, no están para chistes, quieren soluciones, rápidas y sin vueltas. Pero Carlos pretendía así, relajar el ambiente y romper el hielo. Carlos también estaba nervioso.

El diagnóstico

Interrogatorio

«-Cuéntame que te pasa Marta, mientras te sientas en mi maravilloso y cibernético sillón beige, para pacientes de sangre azul -«

Marta sonrió la gracia por educación. Pero a su vez pensó: -«éste dentista es un poco raro. Habla más que un sacamuelas, y pretende ser gracioso, ¡pero si Andrés dice que es de confianza !, ¡ hummmm ¿será……?! espero….

Motivo de la consulta

Marta le contó toda la historia lo mejor que pudo recordar. Habían pasado ya 6 meses desde aquel fin de semana malogrado. Ahora el dolor volvía a la carga, los calmantes no eran suficientes para controlarlo y ya llevaba dos días con sus noches, sufriendo un dolor, por momentos tan agudo, que la obligaba a sentarse. Si se acostaba le dolía aún más. Llevaba 2 días tomando antibióticos y calmantes y no cesaba. Ya no podía más.

Carlos pensó que si le recetaba más antibióticos, más días, más dosis y más analgésicos, más tiempo, más dosis, no estaba haciendo nada especial, y viendo las circunstancias preguntó:

Diagnóstico presuntivo

«-Te duele al frío-»

Me duele a todo, respondió Marta. Al frío, al calor, a los dulces, al morder, hasta si empujo la muela con la lengua me duele, hasta el aire que respiro, me duele-«.

Diagnóstico diferencial

«-También sufro de Sinusitis  y la muela del juicio siempre me ha dado problemas. ¿Tendrá algo que ver?-«

El diagnóstico psicológico

«-Te haría una radiografía intraoral, peroooo,¡ seguro que también te molestará!…, al colocar la película dentro y….. presionar con el dedo. ¿No te parece?

«-¡Probemos! dijo Marta, muy dispuesta-«

«-Perfecto-«, dijo Carlos. Se hizo la radiografía y de paso Carlos observó la buena predisposición de Marta y la buena apertura bucal que tenía.

La exploración clínica

Mientras, Carlos inspeccionó la zona sospechosa, explorando, sondando y haciendo percusión leve sobre las piezas afectadas. Inyectó un spray de agua-aire frío y luego un chorro de agua fría y por último aire solo. Vio la reacción de Marta ante las pruebas.

La reacción al frío era concluyente. El dolor aumentaba hasta hacerse desesperante, taladrante, era peor que las contracciones de un parto. De eso entendía Andrés, que estudiaba Ginecología..

Diagnóstico radiográfico

Después de ver la radiografía digital en la pantalla del monitor, el Dr. Activia anunció muy seguro de sí mismo:

Diagnóstico de certeza

«-Tienes una Pulpitis aguda cerrada, en el segundo molar superior izquierdo, a causa de una caries profunda en dicha pieza. La caries se desarrolló, favorecida por la presencia del 3º molar superior en mal posición. Ésta situación de muela del juicio torcida, inclinada, no te ha permitido realizar una correcta higiene entre ambas muelas, siendo imposible acceder con el cepillo dental o pasar una cinta dental-«.

Continuó explicando que la mal posición de la muela del juicio, -el tercer molar- impide la higiene, acumulándose en los intersticios encía-muela, un número de bacterias superior a lo normal y que las defensas no pueden controlar. Provocan inflamación crónica  de la encía que rodea la muela del juicio. Más tarde se agudiza, de tal forma, que te ha dado dolores a repetición durante la erupción activa del 3º molar. La zona del 3º molar superior se congestiona e inflama, por la acumulación de bacterias y restos de comida metabolizados por la saliva. Eso se llama Pericoronitis. La pericoronitis aparece, y desaparece tomando medicación y un enjuague.

Pero con el tiempo, la presencia de bacterias entre las dos muelas, desarrolló también una caries en el segundo molar. El que está pegado y es vecino del 3ºmolar. Ésta caries,  profundizó, llegó a la pulpa (el nervio) y el dolor que provoca es distinto, y de distinto origen. Mucho más intenso y agudo. Puede llegar a controlarse con analgésicos, pero a veces puede llegar a ser incontrolable. La pulpitis aguda cerrada podría ser el peor dolor conocido por la humanidad junto con la neuralgia del trigémino o un cólico nefrítico. La Pericoronitis no duele al frío. La Pulpitis, sí-.»

«-Todo esto no tiene nada que ver con la sinusitis. Eso lo tiene que ver el Otorrinolaringólogo-»

«-Voy a hacerte una Apertura de la cámara pulpar, cueste lo que cueste y ése dolor tan intenso se esfumará como por arte de magia. Ésta noche podrás dormir en paz-«. También te recetaré unos medicamentos y unas pautas adecuadas para tomarlos.

Antecedentes personales

«-¿Eres alérgica a la penicilina o a algún otro medicamento-?»

«-No, que yo sepa-«

«-¿Tienes algún problema médico como intolerancias digestivas, asma, diabetes, etc.-?»

Antecedentes familiares

«-No, pero mi madre es diabética, insulino-dependiente y sufre de piorrea, ya perdió varias muelas.-»

«-¿Crees estar embarazada o estás intentarlo estarlo?-«

«-No-«

«-¿Tomas la píldora o usas un parche anticonceptivo?-«

«-Sí, pero… ¿que tiene que ver eso con mi muela?-«

Marta empezó a ponerse seria y a sospechar del buen juicio del sacamuelas. Éste hombre es dentista. ¿Por qué le preguntaba por cosas tan íntimas como sus píldoras anticonceptivas?

Pues, que si estás intentando quedarte embarazada, no es un buen momento ahora, que estás tomando medicación y estás bajo estrés.

Y si tomas anticonceptivos, los antibióticos, pueden inhibir el efecto de los mismos. Por lo tanto, debes tomar otras precauciones, mientras tomes antibióticos, si quieres tener relaciones sexuales durante estos días y no quedarte embarazada.

La apertura de cámara como tratamiento de urgencia

Marta tenía una pulpa inflamada dentro de las paredes internas de la muela. La pulpa estaba encerrada, buscaba salida, necesitaba salida y no tenía válvula de escape. Necesitaba liberarse. Para ello había que hacer una maniobra muy especial, la apertura cameral en una pieza con pulpitis.

Daba pánico pensarlo, estando en el lugar del paciente.

Daba vértigo hacerlo, estando en el lugar del dentista.

Pero Carlos era ya un veterano. Había analizado cada gesto, cada palabra, cada tono de voz, cada expresión, cada mirada que Marta pudiera comunicarle inconscientemente. Desde que tocó el timbre, hasta la manera en que se sentó en su sillón dental, pasando por la forma de enjuagarse la boca en la salivadera del equipo. Todo le servía a Carlos para estudiar a su paciente. Ya había visto a miles hacer lo mismo.

El Dr. Activia Prevenza no hacía aperturas camerales por rutina desde hacía muchísimos años. Solo de vez en cuando, cuando juzgaba por su experiencia que la situación, las circunstancias y la personalidad del paciente así lo permitiera. El paciente tenía que estar predispuesto. Para ello el paciente tenía que estar entregado.

El paciente lo había probado todo, nada funcionaba y estaba dispuesto a colaborar. Un paciente con dolor no es colaborador, sino todo lo contrario. Si el dentista aún le hacía sufrir más, aquella relación paciente-profesional no iba a cuajar. Sería un paciente perdido y además podría perder a Andrés. El 50% o más, de los pacientes de urgencia, sólo eran eso, urgencias.; luego no volvían a aparecer por la consulta.

Pero el Dr. Activia vio algo en Marta, que le animó a tomar esa decisión. Ya la había analizado, con su instinto scanneador de dentista avezado.

Además, la técnica anestésica tenía mucho mayor éxito en el maxilar superior que en la mandíbula.

Habían pasado 25 minutos desde que entraron a la sala operatoria. El acto médico-diagnóstico no se realiza en 5 minutos. Atender la psicología del paciente, es tan o más importante, que el propio motivo de la consulta. El paciente se siente atendido no solo despachado. Pero para eso hay que emplear mucho tiempo. Tiempo del que casi nunca se dispone. Y dinero para pagar ese tiempo. Dinero del que casi nunca se dispone o no se desea disponer para pagar un servicio que algunos pacientes  suponen «altruista» o algo parecido. Aunque una vez recibido y beneficiado, el paciente no vuelva nunca más.

Pero hoy Marta había tenido suerte y el Dr. Activia también. Se podía disponer de tiempo. Y el dinero….. ya veremos.

«-Vamos a poner anestesia-» dijo Carlos

«-¿Me va a sacar la muela?-» exclamó Marta agarrándose al sillón.

Estaba claro que Marta no había escuchado totalmente lo que el Dr. Activia le había dicho antes. Él nunca dijo nada de sacar la muela.

Cuando hay dolor, miedo y ansiedad, el paciente no presta mucha atención, se vuelve desatento y hasta sordo momentáneo. Los detalles finos, hay que explicárselos en otro momento y en un ambiente relajado.

«-Noooo, no voy a sacarte la muela, voy  a sacarte el dolor. Después, con calma, ya hablaremos de lo que se puede hacer. Con dolor, no puedes pensar, ni tomar decisiones acertadas-«

El Dr. Activia era un filósofo.

«-Apoya la cabeza, abre mucho la boca y quédate quieta-«

Carlos le puso una anestesia superficial, para que no sienta dolor. Pasados unos 3 minutos puso una anestesia profunda hacia distal de la muela. Marta volvió a agarrarse al sillón y arqueó la espalda llevando la cabeza hacia atrás, como escapando de la aguja, y temiendo lo peor. Pero no fue para tanto.

La fantasía del miedo potencia el dolor de la realidad.

Pasados unos 3 minutos más, puso otra anestesia hacia mesial. Ésta vez Marta no sintió nada de nada. Dejó actuar la anestesia unos 5 minutos y finalmente con su «Cito-Jet» de aguja ultracorta, inyectó una anestesia intraligamentosa todo alrededor de la muela. En total pasaron 15 minutos desde la primer anestesia hasta antes de empezar a trabajar sobre la muela.

Marta estaba sorprendida. No había sentido los pinchazos en ningún momento. Aquello le relajó. Empezaba a confiar en ese sacamuelas parlanchín.

Hacía 40 minutos que Marta y Andrés habían entrado a la consulta del Dr. Activia. Y todavía quedaba lo realmente importante por hacer.

Carlos volvió a repetir la prueba de la percusión: golpeó la muela con el mango pesado de su espejo. No dolía nada. Luego le echó un chorro de aire frío durante 20 segundos. No dolía nada. Todo parecía estar listo para empezar.

El Dr. Activia, sabía que las muelas con pulpitis aguda, no se podían anestesiar fácilmente y aunque pareciera que estaba anestesiada, la pulpa reaccionaría con dolor en cuanto se acercaran a ella o intentaran invadir su cámara pulpar.

«-¿Estás lista?, ¿podemos empezar?-» preguntó Carlos.

«-¿Me va a doler?-» preguntó asustada Marta.

«-No debería dolerte nada. Si te duele, me avisas con un sonido, un Hummmm . Yo paro al instante, y te pongo más anestesia-«

Carlos había estudiado la radiografía en cuestión de segundos. Ya había calculado cual era el camino más corto para llegar a la cámara pulpar.

Marta en posición acostada, mirando el techo, con la cabeza algo reclinada hacia atrás, con una luz en la cara, con la boca dormida y un dentista desconocido, que tenía la cara tapada con una mascarilla y que ponía en marcha ese taladro infernal que hacía un ruido espantoso, se entregó a Dios confiando en que Andrés la haya traído a un buen sitio y por supuesto confiando en el Dr. Activia Prevenza.

La suerte estaba echada, que sea lo que Dios quiera.

Carlos puso en marcha el aspirador de saliva, que usaba también como separador de la mejilla. Lo acercó a la muela. No dolía. Luego puso en marcha su turbina Kavo silenciosa y con luz. El chorro de agua de la irrigación de la turbina inundó la boca antes de ser aspirado. El agua de la turbina mezclada con aire (spray) no producía dolor. Todo iba bien.

Carlos, con una fresa periforme de diamante puesta en su turbina, se puso en camino hacia la pulpa. La turbina giraba a 250.000 r.p.m. Hizo la apertura coronal suficiente, para dejar el techo de la cámara pulpar al descubierto y siguiendo luego el camino de la caries, se fue acercando con cuidado para lograr su objetivo: perforar el techo de la cámara pulpar.

Paró varias veces para dar un respiro a Marta. Carlos no trabajaba sobre muelas, trabajaba sobre un ser humano completo que estaba unido a una muela. Esa muela influía y mucho, en la vida de ese ser completo que era Marta. E incluso en sus relaciones, en su trabajo y en su vida con Andrés. No era una muela, simplemente, era la vida de una persona. Una vida privada e íntima que todos tenemos. En éste caso, se trataba de la angustia de una mujer y su pareja que estaban ahí, sentados, en la consulta de Carlos, sufriendo, y esperando que éste, les dé una solución.

Carlos, trataba de recordar todo eso cuando estaba trabajando en una boca.

Carlos seguía siendo un místico.

El dolor que se ve venir

«-Marta, ya falta poco, pero puede que ahora sí te duela. Yo voy avanzando lentamente y cuando notes que empieza a doler, pega un gritito, así como hummm, hummm, hummm, que yo paro al instante. No levantes la mano, avísame con un sonido. Tu mano yo no la veo, tus quejidos los oigo enseguida-«.

«-El sonido es más rápido que la mano-.» siempre decía Carlos.

Marta asintió con la expresión de sus ojos, con la cabeza y con su buena disposición. Estaba nerviosa pero confiada. Sus pies no dejaban de moverse. Daba su aprobación al Dr. activia con su actitud y con su lenguaje corporal, sin pronunciar ni una sola palabra. Aquello era como decirle a Carlos «Una palabra tuya bastará para sanarme». Carlos no podía defraudar a Marta y con ella a Andrés.

El estrés estaba en el ambiente. Tanto el paciente como el profesional se hallaban bajo tensión. Se encontraban juntos en un mismo camino, cuyo fin solo conocía Carlos. Tenía que llegar a buen puerto.

«-Ahí voy Marta-«

La fresa de diamante se puso en marcha a una velocidad de 50.000 r.p.m. y con el agua inundando la boca de Marta, no dejándola respirar libremente. La turbina giraba ahora a 150.000 r.p.m. y escupía abundante agua refrigerante. El aspirador la evacuaba. Pero no era suficiente. Carlos tenía que parar cada 30 segundos para dejar respirar a Marta. El agua inundaba su boca y no podía respirar por la nariz.

La fresa avanza unos micrones y para. Avanza y para. Avanza unas décimas más y para, hasta que el techo de la cámara pulpar es atravesado incipientemente, apenas unos 0.3 mm.

Marta emite un gritito de dolor, Andrés dá un respingo, Carlos se para en seco.

Marta respira profundo.

La turbina hace silencio.

Solo se escucha el aspirador de saliva.

Carlos cuelga el aspirador de saliva. Ahora el silencio es total.

Solo se escucha un suspiro de Marta que dice: «-¡¡¡Me dolióóó…..!»

«-Más te ha dolido estos días-» dice Carlos.

«Vamos a ponerte unas gotas de anestesia intrapulpar. Te va a doler durante dos o tres segundos, pero en cuanto las gotas toquen la pulpa de la muela, el dolor se habrá ido para siempre como un milagro. Por eso la anestesia es la que yo llamo el agua bendita

El Dr. Activia era un místico.

Marta ya no podía más. La cara dormida como una piedra y ¡¡aún más anestesia!!!. Solo unas gotas eran suficientes, e iban a ser aplicadas dentro de la muela, en la pulpa, en ese cuerpo blando, rojo  e íntimo  de la muela, que cuando le dolía, parecía tener vida propia con latidos y todo.

Carlos ya había logrado perforar el techo de la cámara, pero tenía que abrirla por completo. La perforación tenía el tamaño del punto dejado por un bolígrafo «bic» de trazado grueso. Era suficiente para hacer penetrar su aguja e inyectar anestesia dentro de la cámara. Una vez logrado eso, el resto era pan comido. Todo habría terminado.

Carlos cargó su jeringa Cito-jet, lavó y secó bien la muela, para ver bien dónde estaba la perforación que acababa de realizar. Se distinguía un puntito rojo, del cual a veces salía un hilito de sangre. A veces no salía nada, solo un puntito rojo muy pequeño. Con buena luz y con la ayuda de su espejo de aumento logró distinguirlo. Carlos sabía que tenía que haber sangre, que el punto rojo indicaba la presencia de una pulpa vital, que sangraba, por eso dolía tanto. L a pulpa estaba viva y latiendo dentro de su cámara. Las muelas con la pulpa muerta no dolían al frío, solo a la percusión. Carlos había aprendido a distinguirlo con su experiencia y su capacidad de observación.

Apuntó con la aguja y avisándole a Marta de que le estaba por empezar a doler, introdujo la guja mientras las gotas anestésicas intoxicaban el tejido pulpar y se apropiaban de su santuario, interrumpiendo los impulsos nerviosos que conducían al cortex cerebral.

Marta sintió el fuerte dolor de la entrada de la aguja. Un segundo, un segundo y medio, dos segundos. Ahora mucho menos. Tres segundos. El dolor cesó.

Carlos abrió por completo la cámara pulpar con su fresa de diamante, localizó la entrada de los 3 conductos pulpares, eliminó por completo el tejido adherido a las paredes.

Ya no sangraba. La adrenalina de la anestesia había producido una vasoconstricción. Colocó unas bolitas de algodón impregnadas de un antiséptico y tapó todo con una pasta provisional.

Marta se levantó, se enjuagó la boca. No sentía la cara ni el labio. Se le caía el agua de la boca. Tenía la cara colorada, el labio caído y el rímel corrido. Estaba despeinada y deseosa de mirarse en un espejo. Pero estaba feliz. Había superado un trance muy duro. Y realmente no había sido nada.

Fue peor el miedo a lo desconocido que la realidad. La confianza en el profesional lo fue todo.

El Dr. Activia le puso una cita para la semana siguiente. Pero le dijo que venga con Andrés. «-No vaya a ser, que en cuanto se te vaya el dolor, decidas no venir-» . «-Si no vas a venir, por favor avísame, para disponer de las horas libres-«. Marta prometió que sí volvería.

«-¿Cuánto le debo doctor?, preguntó Marta, agradecida y dispuesta a pagar por un buen servicio.

«-Son 60$ Dolores-«

«-Aaaay, pensé que no me alcanzaría el dinero. Aunque tengo la tarjeta del banco, por si acaso-«.

«-Ahí tiene, y muchas gracias-»

Salieron de la consulta a las 19.00hs. Estuvieron 65 minutos, en total.

A las 12.00hs de la noche la anestesia había desaparecido por completo. Marta había pedido el día siguiente libre y Andrés no tenía guardia hasta el viernes. Así que, hicieron el amor esa noche. Y por la mañana, también. El dolor no había amanecido con Marta.  El dolor no se había interpuesto entre los dos.

Marta notó que aquel dolor endemoniado se había alejado de su vida. El Dr. Activia había hecho bien su trabajo y no la defraudó.

Ahora Marta no defraudaría al Dr. Activia.

Si Marta vuelve a la consulta del Dr. Activia Prevenza, entonces la relación paciente-profesional habrá cuajado, de momento…

Dr. Juan Balboa

Clínica Dental Dr. Juan Balboa
Rúa Marqués de Riestra 19, 2ºB
Pontevedra capital
Teléfono 986 86 36 02

17 comentarios

lo mismo digo, muy buena historia y muy util para mi, soy una estudiante argentina de odontologia y la verdad que el escuchar y el ponerse en el lugar del paciente para mi es fundamental! gracias! :)

Tengo que confesar que he tenido que dejar de leer algunas frases porque siento verdadero pánico al » dentista», estoy pasando precisamente estos momentos que Ud. relata y estoy leyendo sus consejos porque los necesito y le ruego encarecidamente Dr. Balboa, que por favor , siga Ud. ilustrándonos porque necesitamos este tipo de cultura que nadie nos enseña. Son las 5 de la madrugada y estoy aquí , pasando una muy mala noche » ya se imagina», pero creo que esta noche cambiara mi vida y mi » boca» para siempre. He aprendido mucho. Gracias , muchísimas gracias.

Una historia didáctica y muy bien escrita. Son bastantes las conclusiones que se pueden sacar de ella, todas positivas.
Por cierto, el Dr. Activia creo que es un clon de mi dentista, que se llama Dr. Balboa:).

Bueno, ud se ha inspirado y ha idealizado a este dentista hasta otro plano totalmente jajaja! Pero tiene razón, nosotros los mortales pacientes, somos brutos, no entnedenmos que en la limpieza y la prevención esta el verdadero camino para alejarnos del dentista, de esta maneras solo iremos por una limpieza y fluor cada 6 meses… Y nos toca aprenderlo por las malas, en mi caso un tratamiento por conducto con corona y todo, es mi recordatorio para cepillarme siempre despues de cada comida y realmente no poder dormir si se que tengo cepillo, pasta de diente e hielo dental y no me he aseado, para dejar de ser tan tontos y empezar a confiar mas en el odontologo y terminar con los mitos.

creame que para mi ha sido de gran importancia esta historia que cuenta el Dr. Yo le tengo pánico al dentista por situaciones que viví en mi niñez, pero siento que me servirá la historia para por lo menos tratar de buscar ayuda odontólogica que no sabe cuanto necesito.

Dr. Me gusta mucho toda la información que da, en cada entrada logra sacarme sonrisas y tambien puedo identificarme y sobre todo en esta. Justo estoy recuperandome de una extraccion de muela y francamente fue horrible y no tan mal al mismo tiempo, durante mi cirugia llego un punto en el que me puse a llorar y no por que me doliera, si no por que tenia miedo y un poco de ansiedad, ese ha sido un temor que he tenido desde pequeña, el dentista, la sangre, los instrumentos!. En cada visito lo que hago es dedicarme a ver el techo ya que prefiero que el dr haga su trabajo y yo no intervenir. algo que he aprendido y que en varios posts ha mencionado es que nosotros no le tomamos la importancia necesaria a nuestra boca, yo se que podria tenerle mas respeto pero he aprendido mi leccion y no tengo la misma percepcion de hace seis meses que empece con un dolor de muelas horribles (por lo cual me hicieron endodoncia) que si tuviera que vivir el resto de mi vida con el, yo preferiría suicidarme… Y si, el dentista no es lo más bonito, pro tampoco es tan malo vale la pena ir a q nos cuide nuestra boquita y dientes… Estoy muy contenta con mi dentista ya que el hizo lo q en este post, logro ganarme al hacer un buen trabajo y aqui ya tiene una paciente segura :)… Ahora estoy pensando hacerme la ortodoncia y tener la sonrisa que siempre he querido… Muchas gracias por la nformación!! son las 3am y no he podido dormirme de tan enganchada q me encuentro xD…. Un beso

Waooo Waoo y mas Waooo, en serio ha cambiado un poco al menos mi panorama de la asistencia a un consultorio Dental, ahora tengo una muela picada ya sin solucion, pero mi trabajo hace que no pueda tomar cartas sobre el asunto, y pss claro el miedo al odontologo, jeje pero hoy despues de leer esto, ire con mi odontologa, le pedire tratamiento para el viernes mismo ir a la extraccion..Muchas gracias Doctor Muelitas!!!!!!

Alejandro:
No sigas insistiendo porque amenazo con escribir algo y se acabó; podría ser un delito.

Sin conocerlo, llevo más de una hora en su blog; si en alguna ocasión se cansa de la odontología, tiene futuro como novelista.
Muchas Felicidades por su trabajo.

¡Muchas gracias!

Googleando he decubierto su web y sin darme cuenta me he pasado tres horas leyendo. No puedo dejar pasar la oportunidad de felicitarle por su magnífico blog. Gracias por el tiempo que dedica a este espacio y por su buen hacer como divulgador.

Aunque por suerte no tengo problemas buco-dentales (que yo sepa), llevo tiempo buscando, con poco acierto, un «Dr. Activia Prevenza» en Madrid con el que establecer una relación médico-paciente a largo plazo. ¿Conoce alguno que pueda recomendarme?

¡Un saludo desde Leganés (Madrid) y Feliz Año!

Madre mía,al comenzar la historia no sabía si era una historia de amor ,estaba confusa ,me encanta su blog,desde que lo leí perdí mi miedo al dentista, lo mío era panico.Vaya Dr.Balboa podría dedicarse perfectamente a la literatura¡Enhorabuena!

Es una historia que para escribirla hay que amar con pasión lo que se hace. Es una historia de amor.

Me siento súper orgullosa de ser su colega…..excelente artículo Doctor….desde Jamaica Gissele Tapia Arroyo..

Maravillosa historia. Se lo digo como estudiante de odontología y escritor aficionado. ¿Quién dijo que las ciencias tenían que excluir a las letras, o viceversa?

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